El silencio de la consulta



Hace algunos días tuve que ir al médico por un problema que sufro desde algún tiempo. Esto que puede ser una pesadez para algunos, para mí es un modo de adquirir experiencia, porque cuando vas a la consulta como paciente ves el otro lado de la profesión médica. Ves la situación de un modo muy distinto, sientes la inquietud de desconocer qué tienes, y puedes aprovechar para observar cómo se toman los pacientes esa misma situación. Y además, una vez dentro de la consulta, puedes aprender algo del profesional que tienes delante, aunque a veces la lección con la que te quedas es qué no debes hacer.

Cuando entré, el médico me preguntó mi nombre, se lo dije y tomé asiento. Se puso a mirar el ordenador, imagino que buscando mi historia clínica y la anamnesis y exploración de la anterior ocasión, y le comenté para qué venía. Asintió, y continuó en el ordenador. Así durante, creo que sin exagerar, unos 3 minutos. Sé que estaría ocupado mirando los datos pero, ¿todo ese tiempo no es capaz de dirigirse a la persona que tiene delante, al que va a tratar y que va a depositar su confianza en él? Comprendo que no se presente y no dé la mano -cada uno tenemos nuestras formas-, pero de ahí a mantener un silencio a mi parecer incómodo hay un buen trecho.

Bueno, tras esos minutos, me dice que me tumbe en la camilla y me tiene otros 3 minutos ahí esperando, mientras buscaba por Internet algo sobre mis resultados. Mientras, silencio. Silencio en el que yo, como paciente, le daba vueltas a si tenía algo grave o bien era una tontería, y a la posibilidad de que en la ecografía me pudiera salir algo. Tan solo me preguntó si uno de los síntomas continuaba, y qué decía la analítica que tenía. El resto del tiempo, nada.

Me realiza la ecografía y vuelve a sentarse frente al ordenador a escribir los resultados de la ecografía. Me vuelvo a sentar en la silla, y le pregunto si había algo anormal. Un minuto tardó en responderme, sin mirarme, "no". Minuto durante el cual, por su cara seria reconozco que me asusté un poco.

Rellena la receta con mi tratamiento, me dice que tendré que hacerme alguna prueba más tras el tratamiento, me la deja en la mesa, y sigue mirando el ordenador. No sabía si ya habíamos acabado porque no dijo nada, le pregunté si ya estaba todo y entonces me dijo que sí. Le di las gracias y salí de la consulta.

Pero salí de la consulta con una mala impresión. Con la sensación de que aquella persona no tenía interés en saber cómo me encontraba, si estaba preocupado. Sin interés en querer disipar mis dudas, solo quitarse trabajo y un paciente menos en la lista de espera de la mañana.

El simple acto de dar la mano al paciente mientras se despide puede calmar y aumentar la confianza del mismo en su médico. Imagen original.


Nos quejamos mucho de la facultad, de que nos tratan fatal, de que nos tienen de sol a sol allí y cuando no, estamos estudiando o haciendo trabajos interminables. Pero hay algo muy importante y positivo y es que se nos insiste en el trato con el paciente, en escucharle, en que la Medicina más que una ciencia es un arte, que no podemos olvidar el lado humano de nuestra disciplina. Que no seamos médicos de receta y poco más, sino algo así como un apoyo para una persona que tiene miedos, que teme en muchos casos por su vida. Y sin embargo, parece que cuando salimos y nos graduamos, tan contentos nosotros, es de lo primero que se nos olvida.

Y me consta, por varias ocasiones en que he acudido al médico, y también por casos de familiares cercanos, que parece que es una práctica bastante extendida el no explicar al paciente qué tiene. Con explicar no me refiero a detalles técnicos y de poca utilidad para el paciente; me refiero a qué tiene, qué consecuencias puede tener y cuál es el pronóstico. Tan sencillo como eso.

Comprendo el burnout -porque es algo que también se nos explica-, muy probablemente todos sufriremos de tal síndrome a lo largo de nuestra etapa laboral -si ya casi que lo sentimos en la facultad...-. Pero eso no quita que reflexionemos sobre cómo pasamos consulta cada día, sobre cómo tratamos al paciente, y si le inspiramos confianza y tranquilidad. Intentar mejorar cada día. Un primer paso puede ser mirar al paciente y preguntarle qué tal se encuentra en general. Si se extiende en exceso, podemos desviar el tema de la conversación, pero al menos darle la oportunidad de expresar cómo se siente, porque a veces los pacientes se sienten cohibidos por la poca atención mostrada por el facultativo.

Porque a veces la confianza en el médico se pierde en el silencio de la consulta.

Fuentes:
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